Después de nuestra tragedia familiar, necesitábamos un cambio de aires y coincidió con que la casera quería vender la casa que teníamos alquilada; así que nos vimos forzados a buscar otro apartamento. Oré por un lugar alegre y soleado, nuevo, con ascensor, un segundo o tercer piso, amueblado, con todos los electrodomésticos incluidos, plaza de parking, más cerca de la ciudad y del Metro, que tuviera una vista bien bonita y verde desde mi ventana, y que el alquiler fuera inferior a 500 euros. (Sí, creemos en milagros!)
Fuimos a ver varios apartamentos y encontramos uno muy bonito, nuevo para estrenar, muy soleado y con grandes ventanas, balcón, una vista verde, buen precio, y hasta creí escuchar al Señor susurrarme al oído: “Este es el camino, andad en él.” Al llegar a casa, miramos los pros y los contras y decidimos que era demasiado pequeño para nosotros y que seguiríamos buscando algo más grande. Nos pasamos las siguientes tres semanas mirando apartamentos por todas partes y nada nos gustaba o se ceñía a nuestro presupuesto.
Por fin decidimos alquilar el apartamento al que Dios parecía estar guiándonos. Hubiera sido mucho más fácil hacerlo de entrada, pero así es la naturaleza humana, el querer siempre hacer las cosas a nuestra manera. Después de firmar el contrato, y tener las llaves en mano, nos pusimos a explorarlo todo y -para mi desmayo- noté que la vista verde desde mi ventana la empañaba un viejo edificio escolar abandonado. Ese edificio marrón que tenía unos 7 pisos de altura, me molestaba muchísimo. Pero ¿qué podíamos hacer ahora? Ya habíamos firmado el contrato y no íbamos a romperlo porque no nos gustase el edificio de enfrente.
Creemos en la oración, así que mi marido y yo decidimos poner el asunto en las manos de Dios. Jesús dijo: “que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. Apuntamos con el dedo hacia el edificio, nos pusimos de acuerdo en la tierra, y le pedimos a Dios en el nombre de Jesús que lo derribara y lo quitara de allí. El edificio había estado abandonado más de 10 años.
Una semana después, noté que de repente había aparecido una grúa enorme y que había mucho movimiento alrededor del edificio en cuestión. Me sorprendí. Unas horas más tarde, vi que la grúa levantaba dos enormes máquinas excavadoras y las depositaba en el terrado del edificio. “¿Para qué subirán esos monstruos de hierro al tejado?”
Al día siguiente, vino un equipo de obreros y se pusieron a instalar un típico andamio de bambú, desde el suelo hasta el séptimo piso. Lo hicieron a ambos lados del edificio, subiendo como monos de una rama a otra y sin protección ninguna. Una vez terminaron, cubrieron la estructura con un tejido azul como es típico en las obras de construcción en Taiwán.
A la mañana siguiente, a primera hora, la maquinas que habian puesto en el tejado de enfrente se pusieron a taladrar y romper el suelo en el que estaban depositadas. Llamé a mi marido y a mi hijo: “¿Qué pensáis que están haciendo? ¿Van a derribar el edificio o a restaurarlo? Era bastante obvio que estaban destruyendo el terrado, pero no podíamos entender el método. Para nosotros, extranjeros en un país asiático, nos imaginábamos que una demolición sería a base de dinamitar de forma controlada, o derribar con una gran bola de hierro como se ve en las películas, pero no con un taladro gigante y además empezando desde arriba, vamos, que no computaba.
Yo trabajo desde casa, así que durante las siguientes 3 semanas seguí con mucho interés el progreso diario de la demolición del edificio que yo misma había condenado. Cada día derribaban un piso más, y cuando ya solo quedaban dos por destruir, de repente volvió la grúa y bajó las máquinas a tierra. Cambiaron de táctica y empezaron a taladrar uno de los muros hasta que el edificio cayó de lado.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, ¡ya no quedaba nada en pie de aquel feo edificio que me molestaba tanto! Ahora la vista desde mi ventana es toda verde como yo quería. ¡Increíble! Menuda respuesta a nuestra oración! Le dimos gracias a Dios, un Padre tan amoroso que se tomó tantas molestias para darme una vista bonita desde mi ventanal!
“Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón”.
Ahora cuando miro por la ventana al lado de mi escritorio, en lugar del edificio sombrío y del ruido de la demolición, veo un campo verde y varios árboles frondosos donde se cobijan un montón de pájaros. Por cierto, que ahora estoy siguiendo las actividades de una familia de Drongos (pájaro negro de cola bifurcada) que vive en los árboles y se vienen a posar en el tendido eléctrico muy cerca de mi ventana. Han sacado adelante dos pollitos que ya están aprendiendo a volar. Sigo su progreso con simpatía.
Si Dios se cuida tan bien de mi familia de Drongos, si me da exactamente el tipo de apartamento que le pedí, y si se toma la molestia de demoler un edificio solo porque me molestaba verlo… ¿De qué nos preocupamos?
Dios está totalmente al control, nos ama, y quiere que seamos felices y disfrutemos de la Abundante Vida que nos ha dado. “Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea completo”.
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La verdad es que es impresionante lo que Dios puede hacer por nosotros.
A veces no tenemos muy claro eso,pensamos que las cosas que suceden son por lógica, casualidad, etc.
Oramos en general por los nuestros, protección, etc. , pero nos olvidamos o pasamos mas por alto orar por lo especifico y esto no debería ser así.
Debemos mantener una relación estrecha con el Señor y pedirle hasta lo más nimio.
Funciona, nos ahorra muchas dificultades, tiempo y disgustos.
Además nos mantiene humildes.